(Gracias a Javier R. Casado por esta preciosa y afín sugerencia)
En los primeros capítulos, Concheiro expone ampliamente la concepción del tiempo sobre la que descansa nuestra época, la aceleración, exponiendo la gravedad del tema y sus consecuencias, apoyándose en muchos de los autores recopilados en este repositorio.
Posteriormente, se adentra en su propuesta y la acompaña de fotos del artista mexicano Gabriel Orozco.
Asumiendo que es imposible transformar el curso de la aceleración, propone dar un paso al lado, fugarse, huir de la mano de lo que llama la Resistencia tangencial. No se resiste a la velocidad queriendo detenerla , sino saliendo de su dinámica. Ello supone arrancarle unos momentos de respiro a la velocidad, centrándose en la esfera de lo privado con el objetivo -compartido por el ITS- de incidir en la conducta personal. Todo esto se concreta en lo que el mismo autor llama la “filosofía del instante”. El instante como chispa que nos arroja fuera del devenir; el instante como el tiempo que deja de correr y donde la sucesión desaparece. El instante es desgarrador: produce siempre una incisión en el devenir.
Conviene precisar que el instante no es lo mismo que el acontecimiento (el famoso événement, noción clave de la filosofía francesa, especialmente, en la herencia heideggeriana). El instante y el acontecimiento comparten la espontaneidad, la imposición de una discontinuidad y el desbordamiento del orden casual. Sin embargo, el acontecimiento parte en dos la historia del mundo (Nietzsche retomado por Badiou), mientras que el instante introduce un cambio transitorio. De hecho, el instante tiene un equivalente conceptual muy interesante: el infraleve (inframince) de Duchamp, el cual lo describe por medio de ejemplos muy esclarecedores.
Para Concheiro, el instante tiene una potencia subversiva enorme porque, según explica, es capaz de contrarrestar la velocidad a la que estamos sujetos. Permite huir del tiempo actual y de la lógica de la aceleración. Puede permitir huir de la aceleración durante ese instante; la acumulación y la frecuencia de instante generan así otra manera de estar en el mundo, de relacionarse con los otros y con los objetos. Puede que esa otra manera de estar en el mundo consiga combatir también la cronormatividad, el uso del tiempo para organizar los cuerpos humanos individuales en aras de la máxima productividad, que es uno de los pilares de nuestra lucha desde el Instituto del Tiempo Suspendido.
La práctica de esta filosofía del instante, ¿sería entonces una manera de suspender el tiempo? ¿Es el instante, según lo entiende Concheiro, tiempo suspendido?
Desde el ITS, vamos desarrollando esta práctica del tiempo suspendido a medida que vamos desgranando mejor los mecanismos de control temporal de nuestra sociedad neoliberal; a medida también que vamos comprendiendo mejor de qué manera podemos contestar el tiempo cronométrico, productivista, télico que hoy pasa como la única experiencia posible del tiempo. Por lo que vamos aprendiendo y conociendo, por lo que vamos leyendo, viendo y debatiendo con nuestros cómplices, está claro que esa práctica del instante, tal y como la define Concheiro, coincide con algunas de nuestros vectores de lucha. Por ejemplo, en la idea de interrumpir la velocidad de la sociedad contemporáneo en todas sus diferentes manifestaciones. Asimismo, hay en esa práctica del instante una abertura a la cronodiversidad, es decir, hacia el ejercicio de otras experiencias temporales en nuestra vida que vienen a des-naturalizar el tiempo cronométrico, productivista, télico que señalábamos.
Ahora bien, también es cierto que Concheiro no incide suficientemente en nuestra crítica a la crononormatividad, y que no alcanzamos a ver cómo esa práctica del instante puede suspender las normas temporales que rigen nuestras diferentes épocas y edades: ¿cómo lucha “el instante” contra la imposición de una planificación educativa desde los 0 hasta los 18 años? ¿Contesta “el instante” el régimen laboral o lo dulcifica haciéndolo más llevadero? ¿Altera el desarrollo temporal lineal y normativo de nuestras vidas: nacimiento, educación, trabajo, matrimonio, hijos, culmen productivo, decadencia, vejez y muerte?
Asimismo, Concheiro señala las diferencias entre el acontecimiento y el instante, tal y como él lo plantea, pero el final del libro parece jugar con la relación entre instante y arrebato místico que, a nuestro parecer, desluce toda la crítica política que puede contener esa filosofía del instante.
En cualquier caso, celebramos la lucidez de ese joven filósofo que aborda con genialidad esa necesaria crítica a la experiencia naturalizada del tiempo cronométrico.